El entrenamiento mental es un aspecto clave para realizar con satisfacción y éxito las clases de ballet. El factor psicológico tiene que convertirse en fortaleza mental para que sea un impulsor y no una barrera.
Quizás al principio ésta sea un ardua labor, pero con práctica y poco a poco aprenderás a mantenerte muy enfocada en las cosas que quieres, y entonces tu voluntad comenzará a fortalecerse y podrás ver que en tu vida comienzan a suceder cosas realmente sorprendentes.
Quién pone en marcha tus movimientos, quien define la técnica, quién te apoya en los momentos duros, quién elige, quién toma decisiones, quién verbaliza contigo mismo para que mantengas la concentración en cada movimiento, quién visualiza la variación completa, la música, quién? La mente, los pensamientos, tu cerebro, esas millones de neuronas que mandan “imputs” a todas partes de tu cuerpo.
La mente es poderosa, la tuya también. Pero muchas veces la mente te puede dejar en el camino. Pasa de ser tu mejor aliada, a tu peor enemiga. El cerebro es responsable, ejecutor, organizador, visionario, mandón. El cerebro lo es todo. La mala noticia es que dependes de él para tener éxito, tanto en la vida como en el ballet. La buena noticia, es que el cerebro se entrena, igual que lo haces con tu cuerpo.
Dedicas tiempo a entrenar la técnica, el físico, tu alimentación, ¿pero cuánto tiempo inviertes en entrenar tu mente? Si la mente participa en tus clases y representaciones, es el momento de que le prestes atención.
¿En qué consiste el entrenamiento mental? Algunos beneficios que proporciona son las siguientes:
- Controlas tu ansiedad pre y post-artística.
- Manejas bien las situaciones competitivas.
- Mejoras la confianza en ti mismo.
- Mejoras tu concentración.
- Aumentas tu motivación.
- Conviertes tus pensamientos y actitudes negativas en patrones de comportamiento positivo.
- Desarrollas aptitudes sociales.
- Te ayuda a definirte objetivos realistas y a planificarlos o corto, medio y largo plazo.
- También te ayuda a superar experiencias deportivas negativas o traumáticas.
Recuerda: tú eliges tus pensamientos. O piensas en cómo vas a fracasar o piensas en cómo vas a seguir luchando. Pero las dos alternativas en el cerebro son incompatibles.