De cómo la dieta y la comida sana se pueden convertir en una obsesión (y cómo evitarlo).
Es importante llevar una alimentación saludable, pero ¿hasta qué punto deberíamos ser estrictas?
Por Ana Gándara para Vogue España (3 de abril de 2019).
Nadie puede discutir que llevar una dieta equilibrada, comer mucha fruta y verdura o no abusar de los elementos procesados son ejemplos de una alimentación saludable. Y al contrario, todos aquellos platos que se salen de esa norma son susceptibles de recibir una mirada de desaprobación, que se ha vuelto todavía más acusadora ahora que la comida sana y los ingredientes naturales están (literalmente) en boca de todos. Sin embargo, ¿es posible que un hábito totalmente beneficioso se convierta en una malsana obsesión? Pues, como ocurre con todo, en su justa medida es bueno, pero en exceso puede convertirse en nuestro peor enemigo.
“Muchas personas que llegan a la consulta con un sobrepeso u obesidad acaban por obsesionarse con llevar una alimentación perfecta, llegando a sentirse culpables cuando ‘se saltan la dieta’, como ellos dicen”, explica la nutricionista Rocío Maraver, “llegan con miedo a que les regañemos, cuando en realidad un buen profesional no debe regañar, sino ayudar al paciente tanto a llevar una alimentación saludable como a flexibilizar su dieta en determinadas ocasiones, sin que después aparezca el sentimiento de culpa”, nos cuenta.
Aunque la idea de obsesionarse con la comida sana -ojo, no estamos hablando de trastornos alimenticios- pueda parecer una exageración, lo cierto es que son casos más graves de lo que parece, que afectan a la autoestima y que, desgraciadamente, los nutricionistas ven a menudo en sus consultas. “Veo muchos casos de personas que llevan haciendo dietas muy restrictivas casi desde los diez años. Cuando ese paciente llega a consulta, lo hace con muy poca confianza, es normal porque ya ha pasado por esto mil veces y está expectante para ver si el profesional le cuenta algo nuevo, porque, como muchos dicen, ‘la teoría se la saben’, o eso creen ellos ”, explica Maraver.
Por esa relación tan dañina que muchos pacientes tienen con la alimentación, nos damos cuenta de que no se trata sólo de una cuestión de nutrición o de comer o no verduras, sino que, como comenta Maraver, “muchos nutricionistas estamos formándonos en la rama de la psicología para renovar la metodología de nuestras consultas y llegar más al paciente para empoderarlo con su cambio de hábitos. Por eso el coaching nutricional, la psiconutrición o el mindfull eating están tan en auge”. La experta explica que existe un problema en nuestra forma de entender la comida desde el momento en el que dividimos nuestra vida en ‘cuando estoy a dieta’ y ‘cuando no lo estoy’ ya que “en estos casos hay un período de privación severo que va del lunes al jueves, pero el viernes, sábado y domingo llegan los atracones, o a veces ni siquiera en el fin de semana, pueden llegar en cualquier momento cuando la ansiedad puede con la persona”.
Es por este motivo que la nutricionista desaconseja el establecimiento de cheat meals, días concretos de la semana en los que nos permitimos comer de todo, puesto que “es fijar un atracón a la semana, yo soy más inculcarles el amor por la cocina y que, según el antojo que tengan, aprendan a cocinarlo con diferentes ingredientes y técnicas, haciendo un plato más saludable”. Si la cocina no es lo tuyo, Maraver recomienda “controlar el tamaño de las raciones, los acompañamientos para ver cómo elegir el resto de platos, las bebidas, la velocidad a la que comen o el hambre con el que llegan. Hay muchos factores que se pueden trabajar para disminuirlos, merece la pena que ellos aprendan a observarse para ver cómo se comportan ante esas situaciones”. Pero como cuenta la experta, no se trata solamente de aprender a comer bien, sino que esa sensación de culpa cuando te ‘saltas la dieta’ suele tener una cuestión de fondo más importante: “ el problema no es lo que han comido cuando se han dado el atracón, sino el motivo que lo ha desencadenado, seguramente emocional. Eso es lo que hay que trabajar porque puede deberse a muchos factores de su vida privada”.
Además, según la nutricionista, es importante eliminar de nuestro vocabulario ese concepto de ‘saltarse la dieta’, ya que explica que “están aprendiendo a comer bien para toda la vida e intentando hacer un cambio de hábitos, no se han saltado nada. Lo único que han hecho ha sido flexibilizar su pauta en el evento que han tenido, pero hay que recalcar que eso lo vean como algo ocasional y que vuelvan al día siguiente a sus hábitos saludables. Tienen que ser conscientes de lo que han comido, pero no sentirse mal por haberlo hecho”. Por lo tanto, no se trata de realizar esa suerte de cuenta atrás que muchas veces hacemos, y que vuelve a ponerse a cero cada vez que comemos, por ejemplo, un alimento procesado, sino que pueden existir excepciones sin que eso signifique que hayamos tirado por la borda los días de alimentación saludable anteriores. Por otra parte, Maraver señala la importancia de inculcar el hábito de cocinar, pero también de introducir en nuestra rutina una práctica intrínsecamente relacionada: la práctica de deporte. Este último punto es importante para que “no se frustren cuando no vean resultados (porque si son sedentarios esto no va a pasar), y para que mientras hagan deporte se olviden de la comida y se reduzca el tiempo que pasan en casa y puedan acabar comiendo por aburrimiento”.
Más allá de la difícil relación de muchas personas con la comida, se suman tendencias como el veganismo o la eliminación de elementos procesados de nuestra dieta, prácticas que no tienen por qué ser malas en sí mismas, pero que pueden desencadenar esa obsesión e incluso provocar que quitemos erróneamente de nuestra alimentación algún producto que de hecho sí sea beneficioso. “Es lo que pasa con, por ejemplo, la quimiofobia, que es el miedo a los productos químicos que pueden estar presentes en los alimentos (los temidos E), explica Maraver, “ hay muchos productos con un mínimo de procesamiento que son saludables y llevan conservantes, no pasa absolutamente nada, por ejemplo una conserva de alcachofas lleva E-330, o lo que es lo mismo, ácido cítrico (vitamina C). Aunque la tendencia que hay ahora por promocionar el consumo de comida real tiene un objetivo fantástico, en la consulta empezamos a ver personas a las que les crea ansiedad ‘saltarse’ este mandamiento de consumir comida real”. Por lo tanto, la nutricionista recomienda “ promocionar el consumo de materias primas mínimamente procesadas y enseñarles a leer las etiquetas de los productos alimentarios, pero no utilizar la teoría del miedo para que aprendan nuevos hábitos. Si promocionamos más los beneficios que tiene seguir una alimentación saludable que las enfermedades que podemos desarrollar por no llevarla, creo que conseguiremos mejores resultados”.
¿La clave? Establecer una saludable relación con la comida, algo más fácil de decir que de hacer o, en palabras de Rocío Maraver, “hay una frase que dice ‘es más fácil cambiar de religión que de forma de comer’, por eso hay que tener paciencia, trabajar las emociones, aprender a cocinar, aprender a organizarse, aprender a hacer la compra, pero teniendo una actitud positiva y el objetivo en mente de todos los beneficios que se pueden conseguir teniendo una relación sana con la comida, el aprendizaje será algo que merezca la pena el esfuerzo”. Dicho de otra forma, no te martirices si esa pizza ha conseguido tentarte, mañana será otro día.
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