Anna Pavlova e Isadora Duncan, famosas bailarinas del siglo XX

Pavlova y Duncan, bailarinas icónicas de la danza de principios del siglo XX.

Anna Pávlova (1882 – 1931) e Isadora Duncan (1877 – 1927) fueron bailarinas emblemáticas que desde sus distintas perspectivas de vivir la danza marcaron, por un lado, la ruptura con la tradición de la danza de su época, y, por el otro, delinearon nuevas rutas para este arte. Ambas se propusieron romper paradigmas.

Con motivo de su primer viaje a San Petersburgo, en 1905, Isadora Duncan fue invitada por Anna Pávlova a visitar su estudio, donde tuvo el privilegio de contemplarla realizando sus ejercicios. La propia Isadora lo relata en sus memorias:

«Encontré a Pávlova de pie, con su vestido de tul practicando en la barra, sometiéndose a la gimnasia más rigurosa, mientras que un viejo caballero con un violín marcaba el tiempo, y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me senté y durante tres horas observé tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pávlova, que parecía ser de acero elástico. Su hermoso rostro adoptó las líneas severas del mártir. No paró ni un solo instante.

Todo su entrenamiento parecía estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimnásticos del cuerpo. La mente debía alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teorías sobre las que yo había fundado mi escuela un año antes. Lo que yo pretendía es que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz.

Algunos días más tarde recibí la visita de la encantadora Pávlova, y nuevamente tuve que ir a un palco para verla danzar en el adorable ballet Giselle. Aunque los movimientos de aquellos bailes eran contrarios a todo sentimiento artístico y humano, no pude menos que aplaudir calurosamente la exquisita aparición de la Pávlova, cuando flotaba sobre el escenario.

Cenamos en casa de la Pávlova, que era una casa más modesta que el palacio de la Kchessinska (la prima ballerina assoluta Mathilde Kchessínskya), pero igualmente bella, y yo me senté entre los pintores Bakst y Benoist, y por primera vez vi a Diáguilev, con quien entablé una ardiente discusión sobre el arte del baile, tal y como yo le concebía, en oposición al ballet. Soy enemiga del ‘ballet’, al que considero como un género falso y absurdo, que nada tiene que ver con el arte.» My Life – Isadora Duncan.

Isadora se consideraba enemiga del ballet porque éste- según la bailarina- separa al alma del cuerpo, pero hay otra razón: la recepción tibia que recibe su arte en círculos aristocráticos y burgueses en los que el ballet es un arte consagrado. Concebía la danza como “un sacerdocio, una forma sublime de emoción espiritual y como una liturgia en la que alma y cuerpo debían ser arrastrados por la música para transformarse en puro arte”. Danzaba descalza, con una simple túnica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo.

Anna Pavlova, la bailarina que revolucionó el mundo del ballet, dedicó por completo su vida a su arte y se convirtió en una de las bailarinas más importantes de todos los tiempos. Debido a su figura delgada y de apariencia delicada y etérea, rompió con el estereotipo de bailarina fuerte y robusta que existía a finales del siglo XIX.

Su papel en El Lago de los Cisnes es el más famoso de todos, pero también actuó en obras célebres como Giselle, Las Sílfides, y Coppélia, entre otras. Cambió para siempre la concepción que a finales del siglo XIX existía de las bailarinas. Pavlova era delgada, de apariencia delicada y etérea, perfecta para los papeles románticos como Giselle. Sus pies eran extremadamente arqueados, tanto es así que reforzó sus zapatillas de ballet -denominados ‘puntas’- agregando un pedazo de cuero duro en la punta para soportar y aplanar el cuerpo de la zapatilla de punta. Este fue el inicio de la punta de ballet moderna, tal y como se concibe hoy en día.

En cada ciudad en la que la artista bailaba era aclamada y ovacionada, como en Londres, en 1910, en el Teatro Victoria Palace, donde se la denominó “la artista del siglo”. Fuente Danza Ballet Web.

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Anna Pavlova e Isadora Duncan.
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