Bailarina de profesión, Isadora Duncan se rodeó en París con los más grandes diseñadores de la época: Poiret, Vionnet y Fortuny.
Si tuviéramos que definir a Isadora Duncan con una palabra actual, probablemente usaríamos influencer. Fue mucho más que musa. Esta bailarina norteamericana (San Francisco, 1878) inventó para muchos la danza moderna fijándose en la Antigua Grecia. Este actualizar el mundo clásico era algo que compartía con otro grande de la época, Mariano Fortuny, que buscó inspiración en su danza en varias ocasiones. El Delfos sería el vestido ideal de Duncan pues en su idea están las dos máximas de Isadora Duncan: inspiración clásica y liberación del cuerpo.
Por, itfashion – 2017.
Isadora Duncan no se ceñía a los estereotipos de la época, más allá de la danza. En su modo de vestir estaba su personalidad y su filosofía: dijo no al corsé y a la moda victoriana dominante. Se sintió mucho más cómoda en París, donde diseñadores como Paul Poiret o Madeleine Vionnet desafiaban las normas de lo establecido. Eran la boheme y, cual sustrato de la Movida Madrileña, moda, danza y arte bebían la una de la otra.
Dicen los libros de historia de la moda que su personalidad y su manera de vestirse inspiró algunos de los diseños de Vionnet. Y es cierto, pues la consistencia etérea de los vestidos de la diseñadora francesa encajaban perfectamente en la bailarina. Si su personalidad y su forma de bailar, fluida y natural, debieran traducirse en moda, lo harían en forma de siluetas relajadas, tejidos sutiles, inspiración antigua, sensualidad y el toque justo de orientalismo.
De personalidad extravagante y arisca, tuvo un final trágico: murió asfixiada con su propio fular al quedar éste enredado en la llanta del coche que la llevaba a una actuación.