El ballet no es patrimonio ni de los bailarines profesionales ni de los niños que aspiran a serlo, sino que todos podemos acceder a él.
La edad no debería ser un impedimento si de verdad nos gusta.
La danza clásica es una disciplina ideal para cualquier adulto pasados los 30 años. Se puede disfrutar y aprender de ella sin tener un cuerpo perfecto ni unas condiciones físicas especiales. Hay mucha gente que piensa que se requiere un determinado grado de elasticidad para comenzar a tomar clases, pero esta cualidad se puede ir adquiriendo con el tiempo y trabajo.
El ingrediente más importante para retomar las clases de danza es la motivación.
Para ser un profesional de la danza se requieren muchos años de entrenamiento y dedicación, pero para disfrutar bailando, la edad no debería ser un obstáculo. Todo es ponerse y tomárselo como en realidad es para el caso de adultos sin ambiciones profesionales en este ámbito: básicamente una actividad física y de gran belleza.
La danza clásica tonifica, fortalece y alarga los músculos de prácticamente todo el cuerpo. Favorece la elasticidad, corrige la postura y, con el tiempo y la práctica, moldea el cuerpo del alumno como el de un bailarín profesional.
Más allá de las bondades puramente físicas, psicológicamente aporta multitud de beneficios. La más importante quizá sea el modo en que permite desconectar. Hay que aprender multitud de ejercicios y movimientos que impiden literalmente pensar en los problemas del día a día. Es una excelente forma de concentrarse y dedicar un rato exclusivamente a uno mismo. Además, favorece la coordinación y la memoria.
Nunca es tarde para dar el primer paso, y por supuesto para iniciarte en la danza y descubrir en cuerpo y mente lo mucho que el ballet puede llegar a enriquecerte.
- Carolina De Pedro
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