“Lo difícil de nuestra carrera es que terminamos un espectáculo y ya estamos hablando por teléfono para ver cómo seguimos. Es una carrera de lucha” – Rudolf Nureyev, en Londres, despues de ver bailar a la bailarina y coreógrafa argentina Iris Scaccheri.
Nureyev está considerado por la mayoría de los expertos como el mejor bailarín clásico del siglo XX. La II Guerra Mundial retrasó su aprendizaje, pero al poco de comenzar sus estudios de danza fue señalado como uno de los talentos más destacados de la escuela del prestigioso maestro de ballet Aleksandr Pushkin.
Reconocido por compañeros y público, Nureyev consiguió permiso para actuar fuera de su país. En lugar de proseguir la gira con el resto de la compañía, le obligaron a regresar a la URSS. En el aeropuerto, Nureyev burló al personal de seguridad de la embajada, y al grito de «quiero ser libre» consiguió protección y evitó tomar el avión que le llevaba de vuelta a Moscú.
Su deserción y sus grandes dotes como bailarín le convirtieron en una gran estrella mundial. En la década de los 70 se convirtió en un icono cultural y en el gran referente de las coreografías desde la dirección del Ballet de la Ópera de París. Contrajo el SIDA a principios de los 80 y se negó a recibir tratamiento. Falleció por la enfermedad el 6 de enero de 1993.