Danza clásica, aunque no se practique de manera profesional, ofrece múltiples beneficios. Te damos algunas pistas para que tengas el cuerpo y la postura de ¡una bailarina!
Danza Clásica
Muchas mujeres han soñado de pequeñas con ser bailarinas y actuar, por ejemplo, en El lago de los cisnes. “No es demasiado tarde”, señala Judith Haïm, profesora de danza clásica. En su centro de París acoge a estudiantes de entre 18 y 40 años, quienes, evidentemente, no buscan ser profesionales sino disfrutar y beneficiarse de las virtudes de la danza clásica. “Muchos alumnos siempre habían soñado con bailar pero nunca se habían atrevido. Al final, ganan tonicidad y confianza”, precisa Haïm.
Piernas de bailarina
Una de las principales motivaciones para hacer danza clásica es conseguir unas ¡piernas de bailarín! Lo que se logra con ejercicios en la barra, elemento indispensable de la danza clásica. “Aquí es donde entrenamos los “pliés”, los “degagés”, los “battements”, etc.”, explica la experta.
Las piernas le otorgan a la danza clásica su carácter técnico:
- Los “pliés” consisten es descender para después subir, y estiran los músculos.
- Los “degagés” se efectúan arrastrando el pie y levantándolo ligeramente después. Se hacen hacia delante, hacia el costado y hacia atrás. Sirven para alargar el músculo.
- Los “battements frappés” se hacen dando pequeños “latigazos” con la pierna, manteniendo la rodilla flexionada. El pie que efectúa el movimiento puede estar estirado o flexionado, paralelo al suelo.
Todos estos ejercicios requieren de velocidad, coordinación y concentración. El resultado son unos músculos finos y tonificados.
Brazos en estado de gracia
Los brazos funcionan como un elemento artístico y sirven para dar equilibrio. “Son a la vez los garantes del equilibrio y la clave para despegar del suelo”, detalla Haïm. Por eso los brazos de las bailarinas están tan bien moldeados, porque se utilizan permanentemente. Hay distintos movimientos que se hacen con ellos: hacia abajo hasta la altura del ombligo, hacia los lados y por encima de la cabeza. Haïm recuerda que no sólo se movilizan los bíceps y los cuadriceps, sino también los dorsales y los omóplatos.
La buena postura
“La bailarina clásica es el modelo aéreo de la mujer”, afirma la psicoanalista francesa France Schott Billmann, autora del libro “Le besoin de dancer” (La necesidad de bailar). En palabras de la experta, la bailarina clásica se estira hacia el cielo, urgida por una continua búsqueda de verticalidad. ¿Su objetivo? ¡Elevarse más y más! “Es la necesidad de elevación la que prima, y como resultado de ello la bailarina busca siempre aumentar el espacio entre cada vértebra. De ahí su porte tan particular”, dice Haïm.
Un entusiasmo ancestral
Si el entusiasmo por la danza aún perdura es porque apela a un deseo ancestral y universal de… volar. El ballet funciona como un medio para escapar a la pesadez; el cuerpo de la bailarina se eleva con ligereza.
Según Schott Billmann, “la danza clásica pone en evidencia la atracción por un cuerpo que va más allá, que se supera a sí mismo”.
Pero esta exigencia, que puede desanimar a más de un principiante, no es imprescindible. El conocimiento del cuerpo que se preconiza hoy en día ya no hace hincapié en la fuerza, sino que “preferimos trabajar el estiramiento, que también permite obtener tonicidad, flexibilidad y coordinación”, explica Haïm.
Pese a todo, la danza clásica requiere de mucha tenacidad, por eso los abúlicos ¡deben abstenerse!
Por C. Maillard
Para más información sobre los beneficios de la danza clásica con Body Ballet®
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