La moda en el ballet. Moda en movimiento

Clásicos, contemporáneos, expertos en la fusión de tradiciones, flamencos… Todos atesoran los premios más relevantes y muestran con su arte la nueva temporada de verano en movimiento.

Por Carolina de Pedro | 22 Abr 2012.

Ya lo dijo George Balanchine: «Atribuyo el 50% del éxito de mis ballets a los trajes que Barbara Karinska ha creado». Y no se equivocaba, puesto que el vestuario representa ese porcentaje del éxito o fracaso de un ballet. Hay dos cosas que impactan cuando se levanta un telón y antes de que los bailarines muevan un solo músculo: la escenografía y el vestuario. Basado en su calidad, sabremos si la obra es buena o no. Pues, aunque la compañía sea excelente, si el vestuario no acompaña esa excelencia, se habrá perdido la mitad del valor de la obra.

Volviendo a Balanchine, recordamos que para Joyas, uno de sus más famosos ballets, se inspiró en las esmeraldas, rubíes y diamantes de la gran Joyería Van Cleef & Arpels en el 744 de la Quinta Avenida de Nueva York. Su vestuario lo creó Barbara Karinska, una exquisita y notable bordadora rusa. Con el tiempo, Balanchine y Karinska formaron un equipo que acabó al mando del New York City Ballet y logró un sinfín de éxitos y tutús. Juntos dieron vida al famosísimo «powderpuff tutú», también conocido como «soplo de polvo» o «tutú Balanchine-Karinska». ¡Todo un mito!

Los bailarines de la compañía de Sergei Diaghilev, para quien el vestuario fue esencial, se quejaban de que algunos de los maravillosos trajes creados por artistas únicos e irrepetibles –Léon Bakst, Pável Tchelitchev, Natalia Goncharova, Mijaíl Lariónov, Marc Chagall, André Derain, Georges Braque, Henri Matisse, Alexandre Benois, Pablo Picasso y Giorgio de Chirico, por nombrar algunos– eran incómodos y muchas veces, imposibles de manejar en el baile. Es tarea del diseñador saber que no es lo mismo trabajar para un bailarín que tiene que sentirse libre para bailar. La elección de colores, telas, brillos, cantidad y calidad es sumamente importantes.

Yves Saint Laurent, Coco Chanel, Pierre Cardin, Christian Lacroix, Gianni Versace, Jean Paul Gaultier, Valentino, Karl Lagerfeld y la joven Stella McCartney son algunos de los más conocidos modistos que han hecho incursiones en la creación para danza. Pese a su gran fama, no todos tuvieron el éxito que cabía esperar. Que se lo digan a McCartney, que en 2011 se estrenó como diseñadora de vestuario para Ocean’s Kingdom con coreografía de Peter Martins, música de sir Paul McCartney y bailarines del New York City Ballet. Mientras la prensa más fashion la llenaba de elogios, en el mundo del ballet no fueron tan bondadosos: «Kitsch», «ordinarios», «chillones» y «poco favorecedores» fueron algunos de los epítetos que la prensa especializada –entre ellos, el crítico de The New York Times– dedicó a sus propuestas.

Pierre Cardin encontró en Maya Plisétskaya su gran «musa». Para ella insufló vida en el vestuario de Anna Karenina de León Tolstói, y dos obras de Antón Chéjov: La gaviota y La dama del perrito. Lagerfeld no quiso dejar pasar la oportunidad de volver a unir el nombre de Chanel al ballet. Lo hizo en 2009, pero con fuertes críticas, ya que no midió la libertad que una bailarina necesita a la hora de dar vida al cisne y colocó como accesorio un collar de plumas blancas al cuello. Así confeccionó el tutú de La muerte del cisne de Saint-Saëns, y el honor fue para la bailarina principal del English National Ballet, Elena Glurdjidze. Esta colaboración fue un déjà vu, ya que Coco Chanel fue mecenas de los Ballets Rusos de Diaghilev y creó para esa compañía el vestuario de Le Train bleu (1924) y de Apollon musagète (1929). Hecho de tul y frágiles plumas de suave color gris en el Atelier Lamarié, me tocó ver ese traje en acción en el Teatre Liceu, en la gala del English National Ballet del año 2009 y puedo asegurar que es precioso.

Enlace a: Moda en movimiento, por Carolina de Pedro para la revista SMODA (22 de abril de 2012)

1862-1874, Paris, France — Tutus hanging in the costume room at the Palais Garnier OpÈra National de Paris. The Palais Garnier, in Paris, was built by setting a competition to choose the architect upon the command from Napoleon III. Charles Garnier won in 1861. The opera house was completed in 1875. — Image by © Nathalie Darbellay/Sygma/Corbis
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