El eje corporal, en lo que a danza clásica se refiere, es tan importante que su presencia en la ejecución del movimiento, o su ausencia, marcará el futuro y la formación muscular y estética del bailarín, así como su capacidad de resistencia para dominar los diversos grupos básicos de los pasos de la técnica académica clásica.
Un estudiante con el eje corporal correcto, se puede distinguir fácilmente por su movimiento noble, su musculatura alargada, elástica y potente, así como por un eficaz dominio del demiplié, movimiento presente en toda iniciación y final de la casi totalidad de los pasos de esta técnica, proceso que culminará con la correcta postura del cuello y torso, cuyo equilibrado porte será el exponente real de una buena colocación.
El protagonismo real en la búsqueda de un eje corporal correcto lo tiene, sin lugar a dudas, la región del tronco, parte de nuestra anatomía responsable de la positiva o negativa colocación de las extremidades superiores e inferiores (incluido el cuello), siendo la región pélvica sacra la zona de inserción, base de la columna, donde la musculatura profunda va a ejercer la función de enganche y sujeción más importante.
La posición correcta presupone un trabajo dirigido desde la mente. La musculatura profunda y externa del tronco será responsable de la elevación, en el primer caso, y el alargamiento, en el segundo, de esta zona.
De este antagonismo se obtendrá el control y la potencia, que posibilitará libertad y belleza en el movimiento, así como el dinamismo encadenado que reciclándose en sí mismo irá alimentando el propio eje. Fuente Danza Ballet®