La música es solamente uno de los factores, pero sin embargo es esencial, ya que permite crear el ambiente especial, sin el cual, una clase de ballet, no sería lo que es.
Los pasos se repiten. Se estudian una y otra vez. La elección de la pieza musical correcta, ejecutada a un tempo apropiado y justo, facilita no solamente la comprensión musical por parte del alumno, sino que además tiene la virtud de facilitar la asimilación de la técnica para su posterior perfeccionamiento.
La ejecución exacta, precisa y llena de melodía, facilita al profesor su tarea diaria haciendo que toda la labor se desarrolle de una manera espontánea, lo que aporta importantes beneficios a todos los participantes.
El ritmo de la música elegida y el ritmo del movimiento a ejecutar pueden coincidir o no en su forma, pero sin duda será un buen motivador para que el alumno que muchas veces en su afán de responder a la forma de movimiento requerida, pueda aprender el ritmo que esta ejecutando y no obedecer a una fría métrica en donde el sentido del bailar desaparece y se vuelve un mero ejercicio aeróbico.
Cuando se produce un encuentro armónico, un ritmo en común entre los alumnos, el músico y el maestro, cuando los ritmos de cada uno se encuentran, los resultados del trabajo en sus aspectos técnicos y creativos resultan maravillosos.