François Delsarte (1811 – 1871) dedicó su vida a desentrañar la significación emocional del cuerpo.
Su gran aporte es el descubrir que el gesto es el primer gran emisor de los mensajes emocionales, incluso antes que la palabra. Podríamos sintetizar diciendo que su técnica o estilo consistía en tratar de equilibrar y armonizar las tres formas de ser de una persona: cuerpo-mente-espíritu. Casi podría decirse que pretendía crear una especie de ciencia del movimiento humano. A través de ellas los bailarines enriquecieron sus medios de expresión para dar rienda suelta a su estado emotivo con gran intensidad.
Sus leyes son inmutables en todos los sistemas de la danza moderna.
- Utilización del torso: centro vital, núcleo de donde emana el flujo del movimiento, verdadero instrumento de la expresión emocional. No es solo un simple lugar de vinculación de los miembros, tal como ocurre en la danza clásica.
- Contracción y relajación: el bailarín puede expresar con cada parte de su cuerpo los pensamientos y emociones experimentadas a través de la práctica consciente de la contracción y relajación, dos estados opuestos que sugieren un estado de tensión y otro de abandono.
- Relación del movimiento respecto al tiempo, el espacio y la velocidad: “la lentitud y la rapidez del movimiento están en relación directa con el volumen que hay que desplazar y el tiempo del recorrido en el espacio”. (Baril, 1987).
- Utilización del suelo: el bailarín moderno, al contrario del clásico, no utiliza el suelo como una simple rampa de lanzamiento, sino como un verdadero lugar donde se establece el contacto con su propio cuerpo. Descalzo adquiere una impresión de dinamismo integrándose al suelo.
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