Las personas que se deleitan en el arte de la danza experimentan un nivel superior de felicidad, una disminución sustancial del estrés y una lucidez intelectual que los distingue.
Está científicamente comprobado que el baile es un remedio poderoso para el bienestar. Cuando te pones tus zapatos o zapatillas de baile, te sumerges en un mundo donde la música es tu guía. Todo lo demás desaparece y solo quedas tú y la melodía, tu respiración acompasada con cada movimiento, mientras tus pies te llevan a un lugar distinto, más allá de la realidad.
Cada bailarín en el escenario es un instrumento perfectamente afinado, cada músculo, cada movimiento, una expresión de belleza y pasión. Las bailarinas flotan sobre las puntas de sus pies como mariposas, mientras los bailarines demuestran su poderío y destreza en cada salto. Los vestuarios deslumbran y las escenografías transportan al público a mundos mágicos y ficticios que dejan sin aliento.
Este arte trasciende el tiempo y las fronteras, contando historias sin palabras y comunicando emociones universales.
El ballet clásico es una experiencia única que no se puede ignorar. Es un lienzo en movimiento donde los artistas pintan con su cuerpo y pintan en nuestra alma. Invita a soñar, a dejarse llevar por la magia de cada movimiento y a sumergirse en un mundo de gracia y elegancia.
Relevé, demi-plié, allongé… Estas palabras en francés van mucho más allá de ser simples términos. Son parte de nuestro lenguaje sagrado, el idioma universal de la danza.
Nunca es tarde en la vida para descubrir nuestro bailarín interior y canalizarlo. Bailar es una bendición que alimenta nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestra alma.
Para mí, el baile es la más hermosa de las experiencias, la que da sentido a la vida.
Carolina de Pedro Pascual
Barcelona, 30/06/2024
