Los pañuelos multipositions Hermès nunca se fueron. Son un clásico atemporal.
Estampados con flores, formas geométricas, logotipos… los hay de todas las maneras. Ahora bien, ¿cómo los llevaremos?
En el cuello, en la asa del bolso, como cinturón, en la cabeza o hasta hacer con él un top monísimo y de lo más sexy para tus looks más veraniegos. Lejos de los múltiples usos que ha tenido el pañuelo en todas las culturas, el siglo XX lo elevó a la categoría de símbolo de sofisticación y estatus.
Y en esa metáfora de la elegancia atemporal ha tenido mucho que ver la firma Hermès, que presentó su primer pañuelo de seda en 1937 y, desde entonces, ha creado más de 2.500 diseños diferentes. Hoy, el pañuelo adopta funciones tan divertidas como impensables hace años. Da rienda suelta a tu imaginación e inspírate con estas nuevas propuestas.
Fue en 1937 cuando Robert Dumas, quien lideraba el conglomerado francés Hermès en ese entonces, creó lo que luego se convirtió en uno de los artículos más míticos y trascendentes de la marca de alta costura, junto con los bolsos “Kelly” y “Birkin”. Lo bautizó “Jeu des Omnibuset Dames Blanches”, cuya traducción refiere al dibujo impreso sobre el primer pañuelo: una línea de autobuses parisina, inaugurada cerca de la plaza de la Bastilla.
De tan sólo 60×90 centímetros, el carré (“cuadrado” en francés) se circunscribe exclusivamente a lo estético: es el prototipo perfecto de una pieza de moda, que no persigue fines prácticos o útiles. Es una obra de arte, que resulta de un arduo trabajo en equipo, imaginación ilimitada, e inspiraciones variadas. Su carácter lujoso y femenino, junto con su utilización por parte de numerosas celebrities, como la princesa Grace Kelly, han dotado al pañuelo de una popularidad inimaginable.
Desde la fecha de su aparición, 1.500 modelos diferentes fueron diseñados y puestos a la venta. Cada pieza esconde unas 700 horas de labor artesanal, en el cual participan más de 800 personas. Cifras sorprendentes en relación al tamaño del accesorio, pero que dan cuenta de su riqueza creativa.
El largo trabajo de confección tiene lugar en el atelier Pierre-Bénite en Francia, y se inicia con un número de dibujantes que proveen sus ideas. Luego, entra en juego el llamado panel de color, integrado por coloristas expertos que se encargan de las combinaciones de tonalidades, en base a las tendencias y sus propias subjetividades. Cada diseño se produce en diez paletas diferentes, siendo adaptable a una amplia variedad de clientes.
Finalmente, los artesanos se ocupan de la creación de las planchas y grabados, necesarios para imprimir el dibujo en el trozo de tela. Un grupo de costureras experimentadas cosen el pañuelo a la francesa, es decir, enrollando los bordes hacia afuera. La materia prima de este tesoro es traída de Brasil, pues fue su original diseñador Robert Dumas quien determinó que sus respectivos capullos de seda cumplían los estándares de calidad pretendidos.
Su sencillez conlleva una ventaja: se puede usar de la manera que uno prefiera. Anudado detrás o delante del cuello, atado a una cartera, en la cintura, como turbante, entre otros usos. Tal versatilidad ha traspasado las fronteras simbólicas que implica la palabra “pañuelo”, y hoy su diseño y producción se extendió a vestidos, camisas y pantalones.
Una pieza sin una función particular, que se aseguró un lugar como objeto de moda icónico, y que hoy sigue siendo uno de los artículos más vendidos de la casa de lujo Hermès.