“Me siento absorbida por la magia de la luz y el movimiento. El movimiento no sabe mentir. En él reside la magia de lo que llamo el espacio exterior de la imaginación. Ese universo externo es ajeno por completo a nuestras vidas, y en él, a veces nuestras mentes divagan. Puedes encontrar un nuevo planeta, o puede que no lo encuentres, pero éso es lo que los bailarines hacemos” – Martha Graham
El privilegio de la danza atrajo su atención de un modo casual, inocente, y sin embargo, ¿qué instintos no despertaría en su interior que a los diecisiete años decidió formar parte de una escuela de arte orientada a jóvenes. La leyenda comenzaba. En 1911 la bailarina de ballet Ruth St. Denis actuó en el Mason Opera House, en Los Ángeles, ante la mirada atenta de una niña que encontró su destino en una noche cualquiera:
“Fui al teatro un día, vestida de negro y con un sombrero que mi padre me había regalado. Puso un ramillete de violetas en mi pecho, y cuando las cortinas se abrieron, y Ruth St. Denis apareció frente a un público hipnotizado, supe que mi destino estaba decidido”.
“El cuerpo es capaz de decir aquéllo que las palabras no pueden” – Martha Graham
Cuatro años después, Martha se unió a la escuela Denishawn, en Los Ángeles, fundada por, ¡oh, ironía!, Ruth St Denis y Ted Shawn, y durante ocho años no tuvo más hogar. De la mano de Shawn, Martha consiguió mejorar su técnica, y convertirse finalmente en una bailarina profesional. En 1920 realizó su primer espectáculo, interpretando a una doncella azteca atacada por un villano, personificado por el propio Shawn. El drama y la emoción de sus movimientos captó la atención de todos los críticos, así como la de un público fascinado por la presencia en el escenario de una mujer fuerte y pasional.
En 1923 dejó la escuela Denishawn y se trasladó a The Greenwich Village Follies, lugar en el que tuvo la oportunidad de desarrollar y expresar su talento como coreógrafa. Aunque esta iniciativa le aportó la suficiente seguridad económica como para poder sentirse libre y tranquila, Martha anhelaba encontrar un lugar con más repercusión social y artística en el que poder explayar su imaginación y desvestir su sentido de la innovación. Y sus deseos encontraron sazón.
En 1948, Martha contrajo matrimonio con Erick Hawkins. Su tumultuosa relación acabó destruida un año después, y aunque la bailarina intentó mantener intacta su relación profesional, Erick salió para siempre de su vida:
“Erick bailaba en mi compañía, y poco a poco comenzamos a enamorarnos el uno del otro. Vivimos nuestra pasión durante ocho años, y entonces él pensó que sería adecuado que nos casáramos. Me negué, pero su reticencia acabó venciendo. En ese noveno año, todo se derrumbó”.
En 1955, la bailarina engendró una de sus obras más notorias y exponenciales: Seraphic Dialogues, una obra poderosa y excitante en la que simbolizaba la vida de Juana de Arco. Mujer fuerte y temperamental, Martha sintió la pasión ajena de otras mujeres como propia. A pesar de su edad, la bailarina continuó trabajando, creando y dirigiendo espectáculos hasta el final de los sesenta.
En 1970, anunció su retirada. La desesperación plagó su vida de dolor. La mujer que había usado su cuerpo para hablarle al mundo, encontraba su boca parca de palabras. A la caída le siguió la depresión, y a la depresión la pérdida de toda esperanza. La oscuridad cegó a la mujer.
“Los bailarines tenemos que morir dos veces: la primera vez, cuando aquel cuerpo fuerte y entrenado ya no responde a las órdenes y a los mandatos. Después de todo, coreografié lo que podía bailar. Nunca inventé un espectáculo en el que no pudiera hacer ciertos movimientos. Me vi forzada a modificar algunos pasos en Medea y otras obras. Pero lo sabía, y me atormentaba. Sin la danza, moriría”.
Sin embargo, tres años después, su genio creador volvió a sentirse fecundo, y se nutrió de jóvenes talentos que representarían con igual pasión las divagaciones de su mente. Creó Lucifer y La letra escarlata para Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn. De nuevo, ríos de tinta corrieron embelesando el nombre de esta artista provocadora:
“Muchos me preguntaron por qué decidí crear Lucifer. Lucifer es el portador de la luz. Perdió la Gracia, y se burló de Dios, y fue expulsado del Cielo. Se convirtió en mitad humano y mitad divinidad, y su parte humana le instruyó en los terrores, anhelos y pasiones de los humanos. Se convirtió en el portador de la luz, y todo artista es portador de luz”.
La bailarina poderosa se había convertido en una anciana respetada y de sabiduría inconmensurable. Los reconocimientos la siguieron alrededor del mundo. Las naciones se posaban a sus pies. Y por encima de toda recompensa, las musas no se apartaban de su hogar. Fuente Blogodisea