En la historia del de ballet ruso el nombre de Olga Spesívtseva (Julio 18, 1895—Septiembre 16, 1991) no es menos significativos que el de Anna Pavlova y Tamara Karsavina. De estilo inmaculado, excelente técnica clásica y espiritualidad escénica se la considera la encarnación de la bailarina romántica rusa. Spesívtseva era una «sílfide» que recordó a muchos del mundo del arte que era posible ser una criatura etérea materializada en el mundo real.
A principios de los años veinte era un verdadero ídolo del ballet y dominó París con la compañía de Diaghilev y Nijinsky. Realizó giras por el mundo con obras de Michel Fokine y Bronislava Nijinska.
Su vida pasó drásticamente de la fama al olvido tras sufrir una enfermedad mental prolongada y una fuerte depresión crónica que acabó con su vida artística. Fue internada durante 20 años hasta que en 1963 sus amigos Anton Dolin, Felia Doubrovska y Dale Fern, la mudaron a Valley Cottage en la Fundación Tolstói, una comunidad rusa en el estado de Nueva York fundada por la hija menor del escritor Lev Tolstói, Aleksandra Tolstáya.
Su nombre pasó a estar rodeado de un aura de misterio. Su última aparición como bailarina había sido en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1939, año en el que se mudó a Estados Unidos para dedicarse a la enseñanza. Vivó pacíficamente hasta los 96 años. La tragedia personal y los triunfos profesionales de Spessivtseva son los elementos principales en la historia de «Red Giselle», de Boris Eifman, fundador del Eifman Ballet de San Petersburgo. Una compañía con un sello y estilo propio, “ballet psicológico ruso”.
Un paquete emocional, que cual regalo, solo el arte puro y de máximo nivel puede brindar.
Fuente wikipedia.org.