OSHO: relajado y cómodo

Uno debe estar muy cómodo para relajarse. Ponte cómodo. Toma la postura que prefieras en la silla. Cierra los ojos y relaja el cuerpo. Desde la punta del pie hasta la cabeza, siente por dentro de dónde se halla la tensión. Si la sientes en la rodilla, relaja la rodilla. Tócala y dile: “Relájate por favor”. Al cabo de una semana, serás capaz de comunicarte con el cuerpo. Una vez que empieces a comunicarte con él, las cosas resultan muy fáciles.

Al cuerpo no hay necesidad de forzarlo, hay que persuadirlo. Uno no necesita luchar con él: es algo feo, violento, agresivo, y cualquier clase de enfrentamiento creará más y más tensión. No hay necesidad de plantear ninguna oposición; deja que la comodidad sea la regla. El cuerpo es hermoso regalo de Dios y luchar contra él es renegar del mismo Dios. Es un santuario… debemos venerarlo; es un templo. Existimos dentro de él y debemos cuidarlo al máximo; es nuestra responsabilidad.

Hazlo durante siete días… Parecerá un poco absurdo al principio porque no se nos ha enseñado nunca a hablar con nuestro cuerpo; pero a través de él suceden los milagros. Ya están sucediendo sin saberlo nosotros. Cuando te digo algo, mis manos lo siguen con un gesto. Te estoy hablando: es mi mente que te está comunicando algo. Pero mi cuerpo la sigue. El cuerpo está en compenetración con la mente.

Cuando quieres levantar la mano, no tienes que hacer nada; simplemente la levantas. Con la sola idea de que quieres levantarla, el cuerpo obedece; es un milagro. Lo cierto es que ni la biología ni la fisiología han sido capaces de explicar cómo ocurre. Porque una idea es una idea; quieres levantar la mano: una idea. ¿Cómo llega esta idea a transformarse en un mensaje físico a la mano? Y además no lleva tiempo en absoluto; una décima de segundo; algunas veces sucede sin intervalo de tiempo.

Por ejemplo, estoy hablando contigo y mi mano sigue colaborando; no hay intervalo de tiempo. Es como si el cuerpo corriera en paralelo con la mente. Es muy sensible. Uno debería aprender a hablarle; resolvería muchas cosas. Es lo primero que hay que hacer. Siéntate cómodamente, pon una luz tenue o indirecta, como quieras, pero que no deslumbre. Diles a todos que durante veinte minutos no te molesten, ninguna llamada telefónica, nada de nada… como si en esos veinte minutos el mundo desapareciera. Cierra las puertas, relájate en la silla con ropa holgada, que no te apriete por ningún sitio, y empieza a sentir dónde está la tensión. Encontrarás muchos puntos de tensión. Primero hay que relajar dichos puntos, porque si el cuerpo no está relajado, tampoco puede estarlo la mente. El cuerpo se convierte en el vehículo de la relajación.

Siempre que sientas tensión, toca tu cuerpo con profundo amor, con compasión. El cuerpo es tu criado, pero no tienes que pagarle nada; es simplemente un regalo. Pero tan complicado, tan extremadamente complejo que la ciencia todavía no ha sido capaz de crear nada parecido. Pero a nosotros nos da lo mismo; no amamos nuestro cuerpo. Al contrario; nos fastidia.

Los llamados santos les han enseñado tantas tonterías a la gente: que el cuerpo es su enemigo, que el cuerpo es su degradación, que el cuerpo la hunde, que el cuerpo es pecado; todo él es pecado. Si quieres cometer un pecado, el cuerpo ayuda, qué duda cabe. Pero la responsabilidad es tuya, no del cuerpo. Si quieres meditar, el cuerpo está dispuesto a ayudarte a eso también. No es culpable de nada. Toda la responsabilidad la tiene tu propia consciencia; pero siempre tratamos de encontrar chivos expiatorios. El cuerpo ha hecho durante mucho tiempo el papel de chivo expiatorio. Puedes decirle lo que sea, al cuerpo le da igual. No toma venganza, no puede responder, no puede decirte que estás equivocado. Pero digas lo que digas, no habrá reacción en contra por parte del cuerpo.

Haz un recorrido por todo el cuerpo, rodeándolo de todo el cariño posible, con profunda simpatía, con mimo. Esto llevará al menos cinco minutos, y te sentirás muy lazo, muy relajado, casi dormido. Orienta entonces tu percepción hacia la respiración: respira relajado.

El cuerpo es nuestra parte exterior, la consciencia, la interior y la respiración, el puente que los une. Por eso, una vez que ella desaparece, la persona muere; porque el puente se rompe; ahora ya el cuerpo no puede funcionar como tu casa, tu morada.

Cuando el cuerpo esté relajado, cierra los ojos y observa la respiración; relájala también. Ten una pequeña charla con ella: “Relájate por favor. Con naturalidad”. Verás que cuando digas: “Relájate por favor”, sentirás como un sutil chasquido. Por lo general, respirar se ha convertido en algo poco natural, hemos olvidado cómo relajar la respiración porque estamos permanentemente tensos y se ha convertido en algo habitual que a la respiración le pase lo mismo.

Dile dos o tres veces que se relaje y después quédate en silencio.

 

©2013 Body Ballet®

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