La película se inspira en un hecho trágico: a inicios de 1913, Isadora Duncan perdió a sus dos pequeños hijos en un accidente cuando el auto en el que estaban junto a su niñera cayó al río Sena. La vida de la bailarina y coreógrafa no volvió a ser la misma, jamás superó esa tragedia.
Por María Zacco para AnsaLatina (2019).
Incapaz de expresar su desconsuelo, creo una danza inspirada en las notas nostálgicas del Opus 2 de Alexandre Scriabin, «La Madre», en la que la bailarina avanzaba por el escenario con pasos vacilantes y la posición de sus brazos firmes, con volumen imaginario, acunaba a sus hijos muertos, los llevaba hacia su lugar de reposo, los acariciaba y, finalmente, alzaba los brazos como alas y miraba al cielo para despedirlos, antes de derrumbarse.
Manivel se apodera de esta pieza y crea un film en tres partes en el que aborda la vida de tres mujeres, que van tejiendo este solo de Duncan a través de su interpretación de los gestos y también del sentido que para cada una tiene la maternidad.
En la primera parte, una bailarina (Agathe Bonitzer) investiga la obra de Duncan y copia en una biblioteca el esquema del solo «La Madre» para interpretarlo. Parece un plano arquitectónico imposible de descifrar pero la actriz le da el puntapié a esa obra en construcción que se propuso el realizador.
«En principio, el director no quería hacer una película sobre Duncan. Solo deseaba retratar a una bailarina en formación, a alguien que estaba haciendo su búsqueda. En realidad, el guión fue surgiendo durante el período de rodaje», sostuvo Bonitzer en diálogo con periodistas.
La actriz, también bailarina, explicó que tuvo que tomar clases con un coreógrafo especialista en la obra de Duncan –considerada la creadora de la danza moderna- para aprender a expresar sus movimientos y gestos. Recordó que cuando vio la película terminada fue un gran impacto. No tanto por su parte sino por las interpretadas por otras dos actrices con las que no había tenido contacto «por los distintos modos de expresar ese solo de Isadora de manera tan conmovedora».
La segunda parte del film está protagonizado por una joven alumna (Manon Carpentier) y su profesora de danzas (Marika Rizzi), quien le muestra libros de técnica sobre la bailarina y también le lee textos de «Ma Vie» (Mi vida, 1969), una biografía en la que Duncan relata la tragedia de su vida.
Finalmente, llega el día del estreno que da inicio a la tercera historia, la de una espectadora (Elsa Wolliaston), quien cierra el círculo con sus lágrimas ya que comparte la tragedia de Duncan.
«La danza no le pertenece a nadie. Cada uno debe encontrar sus propios gestos», escribió la bailarina en «Ma Vie» para dar cuenta de que cada quien es dueño, también, de su interpretación de ese solo y de sus efectos.
La película de Manivel opera en el mismo sentido. Apenas se ven algunas fotografías de Duncan sola o abrazando a sus pequeños hijos y una imagen tomada de un diario de cuando el automóvil fue rescatado del agua.
Pero más de un siglo después, a través de otras personas y otras imágenes, y del poder conmovedor de los gestos de «La Madre» es posible comprender el alcance de aquella tragedia y compartir el profundo desgarro de Isadora.
- Francia, Corea del Sur, 2019. Título original: «Les enfants d’Isadora». Dirección: Damien Manivel. Guion: Damien Manivel, Julien Dieudonné. Producción: Martin Bertier, Damien Manivel (MLD Films). Fotografía: Noé Bach. Montaje: Dounia Sichov. Reparto: Agathe Bonitzer, Manon Carpentier, Marika Rizzy, Elsa Wolliaston. Duración: 84 minutos.