Salta a la vista y se percibe hasta en el aire.
Me refiero a esa capacidad de “poner el corazón ❤” o “poner el alma” en lo que se hace.
“Poner el ❤” lo cambia absolutamente todo. Genera, por ejemplo, que el proceso de estudiar ballet sea algo más que trabajar pasos en una barra de manera mecánica. Con el corazón, sintiendo la música, por ejemplo, la clase se convierte en una especie de alquimia que hace que todo, tenga otra finalidad.
Se percibe la diferencia de quien lo hace, y quien no. Y no se trata sólo de conseguir objetivos, eso lo hace cualquiera.
Incluye el disfrutar del proceso y el saber que se puso lo que se debía poner en el desarrollo.
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