¿Qué es la intimidad?

En la propia intimidad están todas las claves del ser interior y de la existencia. La intimidad es una esfera invisible que engloba los propios pensamientos y sentimientos; esa es la clave: la intimidad contiene lo propio, y no lo de los otros.

Intimidad es, en cierto modo, todo lo que puede y debe permanecer fuera del alcance del otro, y por ello es lo opuesto a toda “alienación”.

Alienar o enajenar es “pasar a otro la propiedad o derecho sobre uno mismo, poniéndolo a uno fuera de sí, privándole del juicio propio”, es decir: permitir el avance del otro sobre nuestros propios territorios interiores. Pero quien ha identificado plenamente su propia intimidad, la resguarda y la vive adecuadamente, está a salvo de cualquier forma de alienación, de toda invasión.

¿Por qué es buena la intimidad?

La intimidad nos permite “conectarnos” con nosotros mismos: en ella moran nuestras más poderosas fuerzas, que vienen de nuestras verdaderas inspiraciones, que dan sentido y orden a las motivaciones. Es la morada y origen de todas nuestras virtudes y de nuestra identidad, y en ella mora nuestra alma inmortal. Allí y sólo allí, en el centro de la soledad y del silencio, está nuestro “yo soy yo”, único, excepcional y poderoso, pero conectado con los “yos” de los demás a través del espíritu que atraviesa la vida una o universo.

La doble naturaleza de la intimidad.

La intimidad tiene una doble estructura, pues proviene de dos mundos: uno es el de la Naturaleza objetiva o mundo material y de sensaciones, y el otro es el mundo de los fines, arquetipos, o de nuestro espíritu, entendiendo estos dos mundos complementarios como lo manifestado y el origen de la manifestación, idea y sustancia que, sumados, dan origen a toda la vida.

La intimidad que proviene de la Naturaleza es la que tenemos todos desde el nacimiento, de la cual nadie carece; no tenemos méritos personales al tenerla. Está en relación con lo que la psicología llama “temperamento”, los elementos heredados que traemos al nacer.

La intimidad que proviene de nuestro ser espiritual es construida, o al menos, cultivada, y no todos la poseen; tan solo la poseen los que la han descubierto y han luchado por ella y, una vez conquistada, la conservan y la cultivan día a día. Es el “carácter” de la psicología: el trabajo personal que cada cual hace con su temperamento.

Pues sí, hay que construir nuestro mundo interior, y para ello es necesario empezar construyendo nuestra propia intimidad.

La intimidad natural, aquella que da cuenta de nuestro mundo psíquico común y cotidiano, existe desde el primer aliento de vida y se va a mundos más sutiles cuando expiramos, porque no se la pierde ni siquiera con la muerte, cuando el robot de carne se detiene.

La intimidad espiritual no aparece si no va de la mano de la recta razón y de la voluntad, es decir: debemos lograrla y dedicar nuestras fuerzas (conciencia y voluntad) a construirla.

Importancia de la introspección o autoobservación.

La introspección (observación interna de los pensamientos, sentimientos o actos) conduce a la intimidad y, por otro lado, la introspección es posible tan solo en la intimidad. ¿Por qué es importante la introspección? Sencillamente porque aprender de uno mismo nos conduce al saber, es decir, a la sabiduría.

Aprender de lo externo a uno mismo, si no se han comprendido antes las propias claves que mueven nuestra personalidad –aquellas que nos permiten decodificar el entorno, la propia vida, el destino que nos ha tocado vivir, entendiendo la propia circunstancia como lo que es, es decir, un libro escrito para nosotros–, conduce tan solo a la erudición. Esa es la diferencia entre sabiduría y conocimiento,

Saber es siempre saber de lo esencial, de lo íntimo de mí mismo y del mundo. El saber modifica mi comportamiento, porque es un “conocimiento práctico” que aplico a mi vida. Como señala la filósofa española Delia Steinberg, “sé lo que puedo hacer”.

Conocer es siempre conocer las “cosas” del mundo. Es teórico: me indica cómo funcionan las cosas, pero no lo que son ni, lo que es más importante, hacia dónde se dirigen. Son datos, pero no hay mejoramiento en mi comportamiento, en mi vida diaria.

Lo fundamental es lo que vives, no lo que conoces. Dice al respecto el filósofo Jorge Livraga que “lo importante no es saber muchas cosas, sino vivir algunas”.

Si el individuo pierde su cohesión interna, pierde también fuerza la pareja; luego, la pierde la familia, después la sociedad y el Estado; todo se disolvería ante el más leve intento de relación, ante el más leve intento de cercanía. La necesidad-fuerza de convivencia social, si no está canalizada por el cultivo de la propia intimidad, se volverá alienante, maligna, invasiva, destructiva, ¡caprichosa!

La intimidad nos hace fuertes.

Una pareja, una familia, una sociedad fuerte puede únicamente construirse sobre personas fuertes, y fuerte, básicamente, es alguien que ha descubierto, construye y mantiene bien su propia intimidad.

El fuerte es una persona con determinación, y lo es porque tiene motivos para hacer las cosas; y esos motivos, los verdaderos motivos (motores) moran adentro, son parte de nuestro “ser interior”. Pero hay otros “motivos” que parecen vivir también allí, en la intimidad, pero es falso: “parece que viven” pero son solo impactos ocasionales, ¡pero muy seguidos, por lo que dan sensación de continuidad!: son las pasiones, deseos, ilusiones…, todos ellos, fruto del avance del otro sobre los propios terrenos, todos fruto de la satisfacción fantasmagórica de los deseos propios -y más frecuentemente, ajenos–, ya que una persona sin intimidad es fácilmente manipulable.

Si los grandes valores, las virtudes o poderes latentes moran siempre en lo más íntimo de nuestro ser, las pasiones y deseos siempre están en la superficie de nuestra esfera. Es el “yo soy yo” frente al “yo deseo esto o aquello”.

Así pues, nunca renuncies a tu propia intimidad. Ten siempre metas propias, y si no las tienes, búscalas dentro de ti; ten siempre energías propias; no pidas ni esperes que alguien te haga feliz; sé feliz porque en ti está la felicidad, porque eres un ser único, exclusivo y poderoso, y porque es tu deber serlo, no solo por ti, también por los demás, ¡sé feliz por ti mismo! La verdadera felicidad viene de tener las ideas correctas para las acciones y es completamente independiente del fruto de las acciones; la verdadera felicidad viene del tenerse o poseerse a sí mismo, viene desde la intimidad. Fuente nueva-acropolis.es

10 Rue de Rivoli – Paris

 

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