Las contracturas son lesiones muy comunes, no solo entre los bailarines y deportistas, sino también entre personas con estrés o que adoptan malas posturas.
Una contractura no es una lesión grave, pero si molesta y puede impedirnos realizar determinados gestos con normalidad y con dolor, por lo que conviene saber identificarlas, diferenciarlas de otros problemas, seguir unas sencillas pautas para minimizar sus efectos y ponerse en manos de un especialista en fisioterapia si queremos acortar los tiempos de recuperación, que, en condiciones normales, pueden oscilar entre una y dos semanas dependiendo de la gravedad de la misma.
Uno de los grandes problemas del ejercicio y que a muchos nos traen por la calle de la amargura, son las contracturas musculares, que no son sino una hipertonía de un fascículo o grupo de fibras musculares, de aparición repentina tras un esfuerzo notándose una tensión ó abultamiento localizado doloroso que impide el normal desarrollo de la actividad. Las más frecuentes y las menos graves, se presentan cuando se fuerzan determinados músculos o grupos musculares, que no están suficientemente acondicionados para ello.
Es decir, si llevamos durante un buen tiempo anquilosados con un tipo de vida algo sedentaria y sometemos al cuerpo a un esfuerzo físico elevado en el que quedan implicados grupos musculares que hasta el momento habían permanecido inactivos, y este proceso se efectúa de manera brusca, sin tener en cuenta nuestra limitaciones físicas, es posible que hagan su aparición las contracturas musculares.
¿En que tipo de personas son frecuentes? Pues las contracturas musculares son propias de personas poco acostumbradas a realizar ejercicio y que llegado un momento, ya sea por iniciativa propia o por un requerimiento externo, se ven en la obligación de realizar un esfuerzo para el que sus músculos no se encuentran acondicionados.
Otro grupo de riesgo bastante numeroso son las personas mayores, las cuales son bastante susceptibles de sufrir este tipo de problemas más que nada porque el proceso de envejecimiento lleva asociado una pérdida general de elasticidad en todas sus articulaciones y grupos musculares, por lo que esfuerzos físicos que antes podían ser tratados con toda normalidad, ahora son propensos a provocarnos una contractura muscular por los motivos que más adelante citaremos.
Como nota aclaratoria, hay que hacer una distinción entre las contracturas musculares y las roturas de fibras. Si estamos hablando de una contractura el músculo simplemente se encoge, se forma una bola, pero no hay rotura fibrilar. Por el contrario, si existe rotura fibrilar quiere decir que por algún punto, el músculo debido al esfuerzo que hemos hecho se ha roto, y un numero de fibras se han seccionado. Y como problemas distintos que son, requieren métodos diferentes de actuación.
Es importante distinguir los dos tipos de contracturas musculares:
Las primeras son las que se producen en el momento de estar realizando el ejercicio. Este tipo de contracturas se producen por el acumulo de desechos metabólicos dentro de la fibra muscular. Para entenderlo mejor, cuando se efectúa un movimiento brusco, un ejercicio repentino o un sobreesfuerzo físico (instantáneo o continuado) los vasos sanguíneos musculares no están preparados para trabajar tan rápido pues es la primera vez que se enfrentan a un problema de este tipo y son insuficientes, tanto en número como en caudal transportante, para limpiar las fibras musculares de los desechos tóxicos que se producen en el proceso metabólico originado para satisfacer la demanda de energía que precisa el organismo.
Cuando se liberan los elementos tóxicos provocan al mismo tiempo dolor y contracturas. Esta es una de las razones por las cuales siempre decimos que el calentamiento previo al ejercicio es tan importante, más que nada por que lo que hacemos es poner al cuerpo en preaviso de que vamos a realizar un ejercicio físico y le estamos preparando para enfrentarse a él, sin que le pille indefenso y poco preparado.
Otra forma también frecuente de contractura es la del segundo tipo, que aparece después del ejercicio físico, por lo general provocada porque alguna de las fibras musculares ha sido distendida o sometida a un trabajo excesivo.Si hablamos de productos farmacológicos, los miorelajantes son bastante útiles además de poder tratar el proceso inflamatorio subyacente con antiinflamatorios (a veces tendremos que necesitar cuatro o seis días de reposo, para que el masajista pueda empezar a trabajar sobre ella, ya que en un primer momento, si la inflamación es muy grande) aunque muchos de los afectados son más partidarios de la aplicación de calor (analgésico y relajante).
Pero sin duda ha quedado demostrado que los masajes son una de las formas más eficaces para combatir este tipo de lesiones.
Los masajes facilitan la recuperación de la movilidad que hemos perdido con este tipo de ejercicios y ayudan a aliviar el dolor actuando de dos formas: en primer lugar evita que se formen adherencias en el foco inflamatorio, y puede eliminar las de formación reciente, y en segundo lugar, la fricción que proporciona el masaje aumenta el flujo sanguíneo, lo que favorece y acelera la reparación de los tejidos. Fuente trendenciashombre.com