Aunque resulta irresistible, nuestro organismo no sólo no necesita el azúcar blanco sino que puede convertirse en un veneno y crearnos una verdadera adicción. Reducir su consumo al máximo o sustituir la sacarosa por otros azúcares más saludables puede darle un giro de 180 grados a tu salud, a tu aspecto y hasta a tu estado de ánimo. Descubre por qué.
El azúcar blanquilla, refinado o sacarosa no es un alimento, ya que el proceso industrial por el que se obtiene le sustrae las sales minerales y los oligoelementos naturales de la planta de origen. De hecho, muchos nutricionistas, como Luisa Martín Rueda, autora de “Vivir sin azúcar” (Oceano), lo consideran simplemente una sustancia química que no sólo no aporta ningún nutriente sino que es todo calorías.
En los fiambres, la bollería industrial, las conservas, embutidos, salsas, pan, el salmón ahumado, la comida precocinada, los yogures, los refrescos, los zumos, caldos o cremas de verduras envasadas, los productos light… Aunque ni siquiera compres azúcar blanco, seguramente lo estés tomando cada día sin saberlo. Tomado con moderación y de forma aislada no es un problema, pero si empiezas a leer las etiquetas de lo que compras y haces el cálculo
Nuestro organismo necesita glucosa, la forma final de la digestión de todos los hidratos de carbono que ingerimos. Pero cuando nos pasamos con el consumo de carbohidratos de digestión rápida, como el azúcar blanco y los dulces, el cuerpo los almacena en forma de grasas, y normalmente en las zonas más indeseadas: tripa, nalgas o caderas.
Como explica Luisa Martín Rueda en su libro, para metabolizarse, el azúcar refinado sustrae al organismo vitaminas del grupo B, calcio y diversas sustancias vitales que ayudan a completar el proceso. También se ha comprobado que las personas que consumen mucho azúcar comen de forma más deficiente y no ingieren todos los nutrientes necesarios a través de otros alimentos. Además, el consumo excesivo de sacarosa estimula en exceso el sistema
Como dice Luisa Martín Rueda en “Vivir sin azúcar”, “el azúcar blanco es un comestible que produce importantes efectos fisiológicos negativos sobre el aparato locomotor (sustrae el calcio a los huesos) y el sistema nervioso (lo estimula en exceso). También afecta al funcionamiento de las defensas y sobreexcita el páncreas, además de tener otros efectos de tipo anímico.
Según los expertos, el consumo excesivo de glucosa deteriora el colágeno y acelera el envejecimiento de los tejidos. Por un proceso llamado glicación, el exceso de glucosa presente en el organismo transforma el colágeno, que se vuelve más rígido, provocando flaccidez y descolgamiento de la piel. Además, puede provocarte caries y otros problemas dentales.
El proceso de desmineralización y pérdida de vitaminas disminuye la capacidad de absorción de nutrientes y enlentece el metabolismo, lo que provoca fatiga, falta de energía, caída del cabello, problemas digestivos y hasta depresión. Fuente Yahoo.es
©2013 Body Ballet®